Y me refiero a noche de mierda mierda… de ir casi de empalme. De estar escribiendo este post aguantándome los ojos con pinzas...
A parte de sobrevivir como pueda, también haré lo siguiente:
- Priorizar: Hoy solo haré aquello que sea realmente importante e imposible de delegar. El resto, esperará.
- Buscar un hueco para el autocuidado: Típico pero súper importante. Depende del tiempo que tengas disponible podrás hacer de más o de menos, pero 10min tienes que poder sacarlos. A mi lo que mejor me funciona es darme una ducha de las buenas, y dejar la mente “en blanco” debajo del chorro de agua. Lo llamo una ducha consciente. El agua me renueva.
- Acostarme temprano: Hoy adelantaré rutinas, sacaré algún tupper de emergencia para la cena (importante tenerlos para días como hoy!), y me acostaré más temprano para intentar reducir la deuda de sueño.
A veces no consigo dormirme antes de mi hora habitual. Otras veces sí. Pero si no me duermo aprovecho para leer un ratito (la mayoría de noches llego tan agotada a la cama que no puedo hacerlo y es algo que me encanta), así saco otro hueco de autocuidado 😉
- No me atormento: Por mucho que podamos mejorar las noches (¡que sí se puede! y que es algo súper importante), no nos vamos a librar de noches malas. Los cambios, la tos y los mocos, los miedos... todo esto pasa y es normal. Es una etapa y también pasará.
Yo estoy en un 50% de media al mes: 50% de noches en que todo está bien y mi hijo duerme “del tirón” (ojo, que tiene 3,5 años, lo mío pasé en su momento 😉); y 50% de noches de mocos, tos o fiebre… en las que me levanto una media de 3 veces la noche más buena.
Cuando tiene fiebre, dormimos juntos. Estoy más tranquila yo y por supuesto él también.
¡Ánimo familias! Espero que esta reflexión os pueda ayudar en alguna de las noches de mierda 😉